ÉTICA, TÉCNICA Y ESTILO DEL ANALISTA: 1. La clínica psicoanalítica y sus dispositivos de exposición
- Eduardo Gomberoff
- 17 mar 2019
- 3 Min. de lectura
No es fácil prescindir del término clínica aunque se lo decline psicoanalíticamente o se esté persuadido de su inexactitud, confundiéndolo con la terapéutica y siendo tributario, como es, de la historia de la medicina; no es cuestión de incurrir, otra vez en la fantasía de una continuidad entre ambas regiones; se sabe con sobrada certeza que el corte operado entre psicoanálisis y medicina es radical. Una vez más, la exposición pública consiste en fundar teóricamente el trabajo con pacientes, no propiciarlo es dejarse convencer por el carácter inefable o implícito de un ejercicio arbitrario abierto a cualquier cosa y de cualquier manera. No por azar, estamos dispuestos a suscribir lo que Claude Dumézil (1992) llama “teorígeno del dispositivo” (p.9) aludiendo a una dinámica de investigación que, por nuestra parte, convenimos en insertarla en la renuncia a la falsa oposición entre teóricos y clínicos al interior de la experiencia psicoanalítica. Conjugar intervenciones, interpretaciones, errores, caminos sin salida, etc., con el propósito de comunicarlo a un público responsable, tal es el desafío: formalizar la dificultad de la práctica psicoanalítica. El teorígeno del dispositivo de Dumézil, se despliega a fin de que el analista modifique una intuición o una certeza teórica que lo acompaña desde el principio y lo induzca a acoger un punto de vista diferente. Téngase en cuenta, no es fácil, en absoluto, transmitir un caso clínico, de lo que sí se puede hablar es de los descubrimientos que han podido verificarse imaginando que ellos comparecen en la mayoría las curas psicoanalíticas y que se dan a conocer a través de un discurso entonces teórico; teórico pero en tanto operativo, en el sentido de que la teoría es más bien un efecto de la práctica, prescindiendo de su aspecto condensado y dogmático del “se debe o se debería hacer”. Todo lo cual guarda referencia con la adhesión implícita a un modelo ideal de práctica psicoanalítica o, a la remisión de un psicoanalista-tipo más allá de los lindes humanos; según Bernard Tauber (1992), “este modelo ideal pasa por la instalación forzada (el psicoanálisis es bueno para todo el mundo) o discutida, modificada (número de sesiones, pago de las sesiones a las que no concurrió, etc.)” (p.85)
Acto seguido, se pueden consignar estos asuntos de modo general, en cuyo caso la duración de las sesiones, por ejemplo, pueden extenderse si concurren una serie previa de argumentos y autorías; aquello difiere de la necesidad de articular lo emergente en torno a una marca que ha venido a detener la sesión de análisis o, que por defecto, ha propiciado un cierto avance. Esto sirve como justificación a las sesiones de tiempo variable o decididamente más cortas .
Con mucha frecuencia, quizá, el analista se muestra insatisfecho con sus dichos, le parecen inadecuados, duda de su rectitud, difieren de la certeza que distingue un ejercicio competente; la situación viene precedida por un cúmulo de errores a cuenta propia. Ahora bien, el trabajo teórico emplaza las afirmaciones del analista a fin de requisar aquella intervención que concurrió a modificar y/o desplazar los primeros enunciados y sus adherencias ideológicas. Resulta, por tanto, decididamente extraña a dicho entendimiento, la aplicación mecanicista tanto de modelos como de conceptos. Sólo bajo esta premisa, el psicoanálisis habrá de recobrar su vivacidad inicial e impostar sobre la tesitura de sus prácticas un principio de inquietud proveniente de la teoría.
Dicho lo anterior, es posible desglosar la supuesta discordia entre práctica y orientaciones, con base en el tiempo del tratamiento, la duración de las sesiones y la técnica analítica en general, todo lo cual, habrá de señalar ciertas diferencias para no insistir en la consabida crisis del psicoanálisis cuyo mérito parece estar reservado a los nombres propios a fin de eludir, uno a uno, el diferendo impersonal de las discrepancias. Constituye una exigencia irrenunciable situar la cuestión a cabalidad, caso contrario, todo se reduce a una clave identitaria fijada a una cierta anterioridad teórica que puede enquistarse en una determinada técnica identificada con los que conforman grupúsculos, kleinianos, winnicottianos y/o lacanianos de diversos tipos.
Referencias
Dumézil, C. (1992). La marca del caso o el psicoanalista por su rastro. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
Tauber, B. (1992). Una perspectiva desplazada. En Dumézil, C., La marca del caso o el psicoanalista por su rastro. (pp.81-87). Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
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