ALGUNAS CONSIDERACIONES ACERCA DEL SÍNTOMA: 3. El síntoma como un enigma dirigido al Otro
- Eduardo Gomberoff
- 17 mar 2019
- 4 Min. de lectura
El síntoma posee valor de enigma, ya lo señalábamos, en ese horizonte demanda un saber (mismo saber que nos envía al concepto de transferencia). Como símil de esta triangulación, el estatuto del análisis vendrá precedido por la experiencia del dolor y por cierta curiosidad concomitante. El síntoma descansa en una significación pero una en la que el Sujeto vacila en su necesidad de auto- reconocimiento: el síntoma le muestra un segmento no administrable de su propia existencia. ¿Cuál es ese saber que difiere del síntoma y que, sin embargo, lo determina? Sufrimiento e interrogación. Aquí reside la demanda de análisis, aquí el pedido de ayuda formalizado ante Otro que supuestamente sabe. El síntoma se ofrece en tanto sufrimiento y agencia una crítica al saber del Otro, es más, su función implica el desciframiento del Otro mediado por la sospecha que, en verdad, no hay sentido propio. ¿Existe, en todo esto, un correlato circunscrito a la relación analista- analizante? Se puede afirmar que el deseo de saber del analizante involucra, también, al analista. Es bien sabido que el método de trabajo utilizado por Freud se emplaza a posteriori, es decir, tras una escucha que debe comparecer con el carácter enigmático del síntoma. El analista accede a cierta elaboración teórica al momento de dejarse instruir por las señales provenientes de su práctica, en ésta, concurren método de investigación y procedimiento para la cura; el analista se involucra con un deseo de saber a instancias de lo ofrecido por el paciente en el síntoma. De aquí se sigue que la teoría analítica no constituye el reverso de su práctica, es efecto urgido por la necesidad.
Cabe pensar que, a diferencia de los planteamientos más clásicos, el asunto no consiste en esclarecer el síntoma aludiendo a una estrategia fenomenológica, sino en avanzar hasta el límite donde el Sujeto pueda atribuirle una determinación, lo que desde la perspectiva lacaniana podríamos llamar función mental de la causa. Efectivamente, para Lacan, el enigma implica algo que amerita resolverse aún cuando se mantenga a la deriva; en tal perspectiva, es parte del síntoma su resistencia a la asimilación. Pero habremos de conformarnos con una zona de falla, con un vacío que no se llena, si aconteciera lo contrario, se debilitaría la causa del síntoma y esta es, por lo demás, la que mantiene la solvencia del Sujeto. El enigma involucra al Otro, se encarna en la figura del analista; puestas las cosas de esta manera, se opera una transfiguración de la causa a favor del analista, en él se capitaliza la pregunta por el sentido o la significación del síntoma. Entonces, el inicio ideal del análisis se pondrá en camino a través del síntoma que constituye, en rigor, un enigma dirigido al Otro. Todo apunta a la posibilidad que emerja un analista como Sujeto supuesto al saber. Si ha lugar la represión, quiere decir que se ignora lo que concierne al inconsciente; en terminología lacaniana esto equivale a afirmar que el inconsciente evoca un saber que se desconoce. La probatoria viene de parte del síntoma en consideración a su egodistonía, “no soy yo el que habla en el síntoma, sin embargo, él me habla”. ¿Pero, cuál es el sentido de esta palabra que viene de un lugar Otro y que concita la facultad del habla?
Si el síntoma se estructura como metáfora es porque allí se abre paso un proceso de sustitución significante. Con base en este proceso, el síntoma produce sentido, así, lo que viene del Otro tiene el poder de comunicarse sólo cuando acontece la asociación de palabras, a buen recaudo, lo que habrá de ligarse se conocerá después, en el encuentro con un destinatario. Es de suponer, entonces, que la formación sintomática adolece de movimiento, carece de flujo, intercepta la sustitución, se atasca en el desfiladero de los significantes. Si lo decisivo del significante es la cercanía que guarda con un símil que nunca llega, habremos de concluir que prevalece el ámbito del significado. Toda significación se clausura en un exceso. El síntoma, por su parte, acontece en un lleno que reclama vacío, despeje, traslado; como forma del inconsciente, se articula bajo el imperio del saber a condición que comparezca con una escucha; ésta posibilita la continuidad del flujo atascado en la trama sintomática. Se trata, empero, de una mera suposición, el síntoma se dirige a quien podría, hipotéticamente, otorgarle sentido, prevalece, aquí, el deslizamiento, la extranjería. En el enunciado, dicho sentido depende del paso de un significante a otro, a diferencia del síntoma que es detenimiento, asignación de un orden, allí, donde el significante se deja tentar por una ley simbólica
Obedeciendo a la metamorfosis del inconsciente, el síntoma se hace presente de modo peculiar, haciendo audible lo que sobra. El inconsciente no reverencia la totalidad, no se deja sintetizar, es en tanto se encuentra en vías de actualización; el análisis, por su parte, muestra lo indestructible de ese inconsciente. Si el cometido de la represión fuese inalterable no habría oportunidad para el inconsciente, siendo ésta irregular es que el síntoma aparece. Es sabido que la represión intenta satisfacción, pero este intento no constituye un logro, si tuviera éxito, prevalecería, finalmente la muerte, no quedaría resto para la investidura sintomática. Todavía más, al síntoma no le es fácil ceder porque encarna una satisfacción enigmática que transita por vías desconocidas para la conciencia, es esto, precisamente, lo que hace del síntoma una rareza: se trata de padecimiento y, a la vez, satisfacción en un más allá del placer. Lacan hace las distinciones, y lo denomina goce, placer insospechado. Hay goce en el síntoma, de ahí le viene su persistencia, de ahí su dividendo y su dolor; tensiona y estorba en tanto portador de una verdad que se dice a medias, sin embargo goza, podríamos decir inútilmente, porque carece de mediciones, ni es objeto de elección, al menos consciente: no deja de intercambiar aquello que defrauda en el proceso represivo.
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