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Así con la ciencia, esos nuevos programas científicos que explican "casi todo"

  • Eduardo Gomberoff
  • 17 mar 2019
  • 3 Min. de lectura

Me encontré interceptado e hipnotizado por un programa en el cable en el que se presentaban explicaciones y demostraciones del saber científico sobre prácticamente casi todo, sin que faltara, evidentemente, algún esclarecimiento sobre las emociones humanas y, claro está, sin que se omitiera tampoco el clásico paralelo entre las conductas y "afectos" de los animales y de los seres humanos. También se intentaba agotar el saber con explicaciones científicas de “encuentros amorosos”, “movimientos o circulación del tráfico”, “acaloramientos”, “ira”, en fin, sin más, explicaciones científicas de prácticamente casi todo. Frente a la pantalla, con alienado entusiasmo, me calmaba, seducido ciertamente, ya que las respuestas sobre casi todo no tardaban en llegar. Todo tiene su explicación y la ciencia, así como el padre sabelotodo freudiano para los analistas, calma el espíritu travieso e hiperventilado de alguien que tiende a dejar las respuestas en una especie de más allá, por ejemplo, de fuerzas desconocidas; basta cambiar de canal y encontrar programas que desde el más allá proveen también de respuestas a casi todo.

Sin embargo, ante un mundo en que la incertidumbre es cotidiana y que su máxima expresión se revela en el vacío subjetivo (el vacío del Sujeto), cuando ya no existe un ideal común que mida, estandarice o iguale a los sujetos, la ciencia pasa a ser un discurso que abrocha significados, que abastece de sentido. El discurso de la ciencia aparece en el nombre de un nombre de un alicaído padre. Avanza la ciencia, como discurso, en la descripción programada de cada uno de nosotros, en la singularidad contingente de cada cual: desde la programación genética hasta la programación del entorno, pasando por el cálculo cada vez más preciso de los riesgos posibles. Una nueva ley aparece, un determinismo causal y universal que ya no es dado por el mito del padre edípico; ya no seríamos más causa de la ficción paterna. Si bien creo que la causa sigue en el orden del mito, es el discurso de la ciencia el que ahora tendrá que hacerse cargo. Bajo esta nueva ficción, el mundo y el Sujeto en sus incertidumbres, toman el formato de un programa de computación. Es así entonces, como nos podemos tranquilizar, apaciguar y alienar, viendo programas de divulgación científica que lo explican prácticamente casi todo.


Le queda entonces al psicoanalista, aunque de la mano de su alicaído padre, despertar para poder escuchar eso (ello) que viene del orden del acontecimiento, eso (ello) contingente imposible de ser programado.


Así, como en el discurso de la ciencia se requiere de fórmulas y programas escritos, en el discurso psicoanalítico se requiere de eso (ello) que nunca se va a escribir, eso que hace agujero en lo Real, eso que no cesa de no escribirse, no se inscribe y, por lo tanto, es puro acontecimiento.[1]


Pero también el psicoanálisis puede transformarse en una certeza y los analistas, por lo tanto, en un grupo de búsqueda de evidencias, calmando así nuestros imaginarios y nuestra relación a lo Real. Por eso debemos estar advertidos de que el psicoanálisis es una práctica clínica sostenida en una ética social, una operación que se hace en función del sufrimiento y/o el malestar de los sujetos . Una práctica que está fuera de toda programación científica.




[1] Real en tanto es imposible de decir, de simbolizar. Lo Real como la mayor evidencia para el psicoanálisis.

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