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EN EL NOMBRE DE LACAN Y FREUD, EJERCICIOS HISTÓRICOS DE LECTURA PSICOANALÍTICA: 1. Hacia una conside

  • Eduardo Gomberoff
  • 17 mar 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 20 mar 2022

Una es la obra y otro su autor. Obra y autor, sin embargo, son continuidades superpuestas que lo biógrafos no han dejado de unificar. Tras un siglo de ensayos, cualquier intento de explicación o despliegue teórico de lo que acontece “en” la escritura, habrá de remitirse, irrevocablemente, a su texto, todo lo cual, nos remite a una serie de hipótesis diversas, “…hay que liberar a la obra del hombre que la escribió” (Foucault, M 1992, p. 178), parece constituir, en último término, la consecuencia previsible. Bajo esta consideración, escritura e inconsciente, confrontados con la historia de los modos de producción del capitalismo tardío, incitan al desplazamiento global del “viejo nombre”; por su parte, el esfuerzo llevado a cabo por Lacan, para quien la constitución del significante precede y determina al Sujeto, es decir que hay primacía del lenguaje en relación al Sujeto, genera un interés creciente. En justicia, la obra psicoanalítica abunda en un doble acierto: Trasluce una sensibilidad que es necesario favorecer, a un tiempo que ha sabido emplazar una argumentación teórica solvente. El psicoanálisis se instala en ese espacio de indagaciones novedosas que aspiran a formar parte de una constelación crítica, habrá por lo tanto que persuadirse, en consecuencia, por el trabajo de escritura.


Tratándose de la escritura, ya no bastará con examinar sus límites, ni dirimir sus determinaciones post- metafísicas, sino de confrontar su propia finitud. Lo que podríamos denominar, voluntad de historia del movimiento psicoanalítico, ¿oscila con igual propósito? Desarrollo, progreso, términos afines hacen de Freud, para sus seguidores, secuencia, linealidad, donde el saber se supera a sí mismo obedeciendo a un hábito propenso a lo acumulativo. Allí, en principio, no existiría sino el imperio del progreso en continuo desborde, aunque contradicho por una prescripción infranqueable: ni lo anterior desaparece, ni el continuum, la acumulación misma, devienen ideales en la historia acuñada por Freud. ¿Qué opera entonces, en esta voluntad de historia?: cortes, retornos. En rigor, cortes fundantes y retornos que re- descubren el momento fundacional, toda vez que sólo a posteriori es posible esbozar la emergencia primera. Un descubrimiento será siempre, un re-descubrimiento. En tal sentido el discurso psicoanalítico es así, el movimiento de una cadena significante que va de un significante 1 (Freud), a un significante 2 (Lacan), y que produce significación de acuerdo con las leyes de la cadena significante, donde el objeto a significar es el descubierto por Freud. Evocamos el antecedente con palabras adheridas al consecuente, de tal suerte que emplazamos lo imposible, el origen, el mito, aún cuando sea a partir de aquí que lo por venir encuentre su determinación. En estricto rigor, partimos del nombre, esto es, nombramos la cosa y trayéndola a la presencia esta se pierde mitificándose como origen.


Considérese la operación lingüística que lo orienta, el psicoanálisis no habrá de obedecer al despliegue unidireccional de una cronología. Se trata de un tiempo lógico de re-construcción conceptual a partir de un significante doble: a) de la anticipación; b) de la retroacción; en donde el segundo (b) reconstituye al primero (a) emplazándolo como punto de comienzo imaginario. Si nos planteamos lo anterior en términos de cadena discursiva (S1-S2… etc.), S2 es el que intenta dar sentido a lo dicho que no alcanza a decirse en S1. Por tanto, S2 legisla sobre S1, forma parte de su corpus legal incompleto, tras lo cual, aparece un S3, un S4 y así sucesivamente. S2 es el “nombre” de S1; si esto se verifica, estamos en el dominio de la metáfora, por tanto, se trata de una sustitución: digo S2 en nombre de S1. ¿Qué queda entonces, de S1?: su huella, su perdida, su falta, su represión, que sólo puede retornar signando el ámbito de lo cotidiano como algo destinado al error, al fracaso, al equívoco , en definitiva a lo analizable, eso sí , a condición de no dejarse seducir por la síntesis, por un guión recapitulado. Bajo este asunto, las construcciones, las integraciones y las historias… serán puramente imaginarias.


Referencias


Foucault, M. (1992). Raymond Roussel. México: Siglo XXI Editores.

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