EN EL NOMBRE DE LACAN Y FREUD, EJERCICIOS HISTÓRICOS DE LECTURA PSICOANALÍTICA: 4. El origen no exi
- Eduardo Gomberoff
- 17 mar 2019
- 6 Min. de lectura
Llegados a este punto, podemos interrogarnos, ¿qué sigue después de Freud? Con seguridad decimos, el momento previo, el antecedente. Suena raro, pero es el pre-freudismo; sigue un tiempo para comprender como reverso del momento fundacional en tanto adviene un discurso sin referencias. No por azar, a partir de aquí emergen un sinnúmero de corrientes psicoanalíticas comprometidas con la reducción del inconsciente freudiano bajo el prurito de un innatismo instintual que avala metafísicas apaciguantes, ideales de amor y totalizaciones espurias. De cara al acto que Freud habrá de impulsar, la represión logra abrirse paso a fin de integrar lo nuevo a lo conocido, radicaliza la comprensión y borra las diferencias. Tras el retorno de lo reprimido aparece un psicoanálisis atemperado, en donde teoría y práctica hacen sistema con una feliz adaptación al medio y un pretendido bienestar para el sujeto. Pero haríamos bien en reconocer que la represión es parte constitutiva del movimiento que insistimos en describir. Para que haya retorno, en el sentido foucaultiano, es preciso en primer lugar que haya habido olvido, no un olvido accidental ni un recubrimiento por alguna incomprensión, sino un olvido esencial y estructural. Por otra parte, el emplazamiento de una discursividad inaugural produce el cierre a un tiempo que la apertura. En buenas cuentas, la impostura ortodoxa desconoce y olvida a Freud; esta represión y este olvido, empero, son los garantes también de su conservación. Héctor López (1994) sugiere, no sin ironía, que al impulsar la creación de la Asociación Internacional de Psicoanálisis, Freud ya contaba con que su descubrimiento fuese denegado para garantizar así su preservación. La audacia de este supuesto, sin embargo, no es para nada contradictorio con la propia teoría psicoanalítica. Intentamos esbozar aquí, finalmente, lo que podríamos denominar período de latencia del psicoanálisis, cuidándonos de no ligar dicho transcurso al concepto de pérdida. Si los post-freudianos, de distintas maneras, se desvían del horizonte contemplado por la obra de Freud, a un tiempo, lo conservan bajo el expediente de su negación persuadidos por el paradigma del progreso indefinido. En efecto, es característico de las ciencias el olvido de sus fundadores, no ha de ser éste, sin embargo, el proceder de aquellas orientadas al signo en cuyo ámbito se sitúa el psicoanálisis.
Retornar a Freud es la divisa lacaniana. El recurso a disciplinas anexas, trátese de la lingüística, la lógica o la topología, no constituye un fin en sí mismo. Se trata de acoger sus aportes en una construcción a posteriori de la obra freudiana así:
“El retorno de Lacan no tiende a la elaboración parcial de algunos aspectos de la teoría - que como sucedió en la “literatura psicoanalítica” sirvió para reprimir otros - sino a restablecer las relaciones lógicas que articulan las partes entre sí, como logro de una estructura. El movimiento no es lineal, comprende anticipación y retroacción. El sentido no se produce en la anticipación, ni en un recorrido cronológico de Freud entendido como sucesión y progreso. Los primeros textos, en la medida en que dan testimonio de esa fugaz apertura de “lo real” y que Freud atrapa en el momento mismo en el que tiende a cerrarse, dicen tanto como los últimos. Si bien estos pueden ser la razón de los primeros, también los primeros pueden ser la explicación de los últimos.” (López H. 1994, p.42)
Si se observa con atención, existe una cierta hermenéutica que oscila con la misma lógica de la obra psicoanalítica. La acción de retornar se vuelve sobre el texto liberándolo de la redundancia; en ese vacío, en esa ausencia, éste revela su imposibilidad, su falta, aquello que, por otra parte lo determina. Sólo podrán ser leídas unas condiciones de posibilidad, lo que el texto apunta en su acto enunciativo, el trazo donde comparece su carácter estructural. Emerge, finalmente, un campo normativo que impone una racionalidad distinta. El asunto no consiste, entonces, en superar a Freud. Si bien, Lacan insiste en rescatar el sentido radical de su obra, este retorno no constituye un símil de repetición, no es la constatación reiterada que nada nuevo hay bajo el sol y de que todo está ya dicho. No se trata de un retorno religioso a la verdad revelada. El retorno es un trabajo concreto, imprescindible, que es la garantía de las transformaciones que se operan en la discursividad misma. El re-examen de los textos de Freud modifica al psicoanálisis mismo. Néstor Braunstein es categórico al respecto:
“La contingencia de Lacan, es una opción epistemológica, teórica y clínica en el campo freudiano, impugnando la paternidad médica, naturalista y evolucionista a la que Freud reconoció durante su vida entera, contraponiendo una epistemología del psicoanálisis a la epistemología freudiana, en un gesto subversivo que da por tierra con cualquier versión religiosa que quisiese hacerse del retorno a Freud. Creacionismo (del significante) contra evolucionismo (de la naturaleza).” (Braunstein, N, 1994. p.33).
No raras veces el argumento de algunos es: ¡pero eso no lo ha dicho Freud! Que no concurran sus palabras no significa que no pueda leerse la anticipación de un concepto:
“Freud pensó con los instrumentos de su época: la física, la neurología incipiente, la biología. Pero sus textos no son de física, ni de neurología, ni de biología. Nociones como neuronas, energía, herencia o instinto, ocupan el lugar de metáforas necesarias para que quede dicho de alguna manera, lo que es imposible decir “directamente”. Si donde leemos neurona, energía, herencia o instinto nos sentimos obligados a remitirnos a sus significados nominales, no leeremos allí al psicoanálisis.” (López, H.1994. p.43).
El retorno al texto es, por tanto, un trabajo de transformación discursiva. Con el recurso de la filosofía, la antropología, la lingüística o la topología, será posible operar dicha transformación haciéndole decir al texto lo que en él comparece cómo falta. Lacan arriesga, es bien sabido, una enseñanza que deviene proyecto en tanto obtura las impresiones dejadas por lo predecible de un círculo de carácter institucional. Hacer que las condiciones de posibilidad de su proyecto pasen por la problematicidad del presente, esto es, acepten el desafío de pensar bajo un formato desconocido y, que sin embargo, sean capaces de perder ya en sus primeras líneas sus bordes precisos, constituye uno de sus principales méritos. La proclama lacaniana se organiza con base en una pluralidad de mecanismos internos, en tal sentido, si estuviera en nuestras manos la evaluación íntegra del espacio de la escritura que allí se despliega, entonces, cabría referirse a él no ya desde su clivaje representacional, ni al amparo de un criterio único, sino como aquella obra en donde el autor se disemina en una escritura múltiple. La dificultad de un empeño como éste, radica en el abismo de la clausura. Sin lugar a dudas, lo más sorprendente de una práctica como ésta, reside en su capacidad para desmontar un rango nada despreciable de inteligibilidad. La enseñanza de Lacan acuña lo que constituye el imperio de la abstracción con la materialidad de su propia potencia reflexiva. Interroga, finalmente, aquel gesto enigmático sobre el que se construye lo evidente: el saber metafísico asegura su futuro en la impostación violenta de un anhelo de transparencia. Más allá de la dificultad, es posible pensar sus límites en el estallido del plano analítico. En este horizonte Lacan: a) invoca la sutura existente entre la representación de lo psíquico y los dispositivos que definen su objetivo estratégico de productividad escritural. La lectura del Sujeto, por citar un caso emblemático, constituye un nuevo artefacto atravesado por las consignas de su actualidad post- freudiana; b) promueve el examen de algunos rasgos diferenciales con referencia a un canon de enunciados dominantes, a un orden de cosas establecidas; inversamente, ensaya un trazo escritural que arrastra un número indeterminado de adherencias. Allí, en lugar de un núcleo de significancia, existe un devenir Sujeto que determina el inicio de un nuevo movimiento, un retorno, a partir del cual se constituye un régimen enunciativo singular; c) cultiva una distancia permanente en relación al rol filosófico- jurídico de la escritura. En el texto de Lacan hay siempre un movimiento suplementario que le imprime una fuerza inusitada: textos canónicos que no logran desalojar unas conexiones que se quieren subterráneas o marginales si se las compara con las grandes sistemáticas. Con Lacan aparece, entonces un Freud extranjero respecto de sí mismo, ocupa el lugar reservado al mito pero dispuesto a retornar en virtud de una lectura que escinde obra y autor. Se trata de una producción en continua hechura, se trata de un significante que no puede acceder, en virtud de su propio estatuto, al significado original. El origen no existe, habrá sido un agujero desde el principio.
Referencias
Braunstein, N. (1994). Freudiano y Lacaniano. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Manantial.
López, H. (1994) Psicoanálisis: un discurso en movimiento: derivas del descubrimiento freudiano. Buenos Aires. Argentina: Editorial Biblos
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