top of page
Posts Destacados 

ETICA, TÉCNICA Y ESTILO DEL ANALISTA: 2. Verdad y lo que liga al psicoanalista con el concepto de i

  • Eduardo Gomberoff
  • 17 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

Para Freud, la duración del análisis y la cantidad de sesiones, debían someterse a una variabilidad no prescrita de ante mano; por regla general, dedicaba a sus pacientes seis sesiones por semana; tratándose de diagnósticos leves o para aquellos cuyo tratamiento se encontraba en una fase avanzada, la frecuencia se reducía a tres horas semanales, no obstante, Freud, se disponía a afrontar favorablemente los cambios reclamados por el modo de hacer, excluyendo dicha eventualidad el tiempo reservado a cada sesión: una hora o cincuenta minutos, nunca menos. Sabemos que en ciertas ocasiones, se entregaba a sesiones de varias horas durante un lapso de tiempo también variable en los más diversos encuadres: en su consultorio de Viena, durante largas caminatas por el bosque o, como en el caso de Catalina, a expensas de un encuentro casual en un refugio de alta montaña. Según lo explicita el propio Freud (1913), “Con relación al tiempo, obedezco estrictamente al principio de contratar una determinada hora de sesión. A cada paciente le asigno cierta hora de mi jornada de trabajo disponible; es la suya y permanece destinada a él aunque no la utilice.” (p.128). Para él, la duración de las sesiones era parte constitutiva del análisis en tanto determinaba sus condiciones de posibilidad en referencia a la asociación libre; cualquier reajuste implicaba mudanza en la labor asociativa. Si bien es cierto, Freud, plantea reiteradamente la necesidad de modificaciones con base en la técnica, no es menos cierto que dicha técnica ha de quedar subordinada al campo del inconsciente, a su verdad. “La verdad es resorte de la acción freudiana. Es también, lo que liga al psicoanalista con el concepto de inconsciente” (Guyomard, P, 1998a, p.124). Puestas las cosas de este modo, la técnica psicoanalítica es una vertiente de la verdad. Sin embargo, saber qué hacer con la verdad no es un fin en sí mismo: la verdad de la técnica es susceptible de cuestionamiento cuando deviene norma, en tal sentido nada hay de absoluto en el análisis.


Lo anterior hace patente la inconveniencia de declinar una práctica o una técnica en términos lacanianos. La labor analítica se resiste a toda clasificación y se engrana de mala gana al ideal normativo. En efecto, ninguna norma que se conjugue en la formación exime al analista de portar la palabra.


El corpus regular se desglosa en un único principio operativo: cómo trabajar con el inconsciente. Más allá de las variaciones en el quehacer clínico que Lacan desarrolla en el transcurso de los años, no existe una razón aislada que explique el escándalo que suscita el acortamiento temporal de sus sesiones. Si sus Escritos ensayan algunos intentos de respuesta, estos no son aplicables tratándose de la práctica. Importa, saber ante todo, si el concepto de la técnica establecido por Freud, se condice con este nuevo horizonte y si, en estricto rigor, la subversión lacaniana se funda en innovaciones de carácter disciplinario. Teniendo en cuenta que Lacan no capitula en su disputa con el tecnicismo, no parece plausible una respuesta afirmativa que eleve a este al rango de absoluto; empecinada en ocupar el lugar del absoluto, la técnica queda reducida, finalmente a lo que es: “oficio o artificio que basado en el olvido del Otro, (del inconsciente y que, a partir de allí,)[1] instaura un universo de objetos en medio de un cinismo ético” (Guyomard, P, 1998 b, p.128): la verdad se cosifica, mientras que los artificios de la técnica analítica sólo se justifican en la perspectiva de un tránsito, de una finalidad del tratamiento en donde es decisivo el carácter instrumental del inconsciente.


El psicoanálisis guarda relación con la verdad, es decir, con un ámbito - de la palabra - que trasciende el campo de la realidad, de la exactitud, y de la adecuación. Se trata de una verdad estructurada como ficción, que se abre paso, incluso, contra la certeza de los hechos, que se diferencia del saber y, consecuentemente, no pretende abarcarlo; se trata de una verdad que surge de lo imposible, del lugar del sexo y del lenguaje. Es pertinente consignar el fragmento según el cual, Freud (1897) le confiesa a su amigo Fliess, el 21 de septiembre de 1897, que ya no cree más en su neurótica, a saber, en la teoría traumática y en la utilidad de las consecuencias que de ella había extraído: “Y en seguida quiero confiarte el gran secreto que poco a poco se me fue trasluciendo en las últimas semanas. Ya no creo más en mi “neurótica.” ” (p. 301). Freud a descubierto que las pacientes mienten, que las escenas sexuales que aluden a la primera infancia no habían acontecido realmente. En la misma carta, empero, Freud supera el escollo, descubre el concepto de fantasía, piedra de toque del discurso psicoanalítico. Que tales escenas sexuales no hayan ocurrido efectivamente y que, no obstante, aparezcan en el relato del paciente, indica que han sido fantaseadas, pero, ¿ no hay en esta manera de razonar algo que habrá de pertenecer, y de la manera más íntima posible, al discurso psicoanalítico toda vez que guarda relación con el concepto de verdad? Estrenado en la fantasía, el discurso del paciente deviene verdadero a condición que el referente - la escena sexual infantil - se manifieste como falso. Para el psicoanálisis, por tanto, la verdad no representa su objeto por cuanto la cosa freudiana habla. Y si la verdad habla, no hay lugar para la técnica; en buenas cuentas, la existencia del inconsciente constituye, de hecho, su traba más radical. La técnica no cuestiona al Sujeto, por el contrario, le añade un saber que , de suyo, no posee; le confiere un poder espurio frente a la escisión, a la Spaltung freudiana; no constituye una desmesura poner en duda, ya no sólo su convivencia sino, además, su estatuto lógico; finalmente, la técnica no cuenta, sólo puede haber práctica y estilo. El estilo del analista, ensayando una posible hipótesis, refleja la relación de éste con su práctica y, más allá con el inconsciente.


Referencias


Freud, S. (1913). Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I). En Obras Completas, (pp. 121-144). Buenos Aires, Argentina, 1986: Amorrortu Editores.


Freud, S. (1897). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Carta 69. En Obras Completas (pp. 211-322). Buenos Aires, Argentina, 1986: Amorrortu Editores.


Guyomard, P. (1998a). El tiempo de la acción. El analista entre la técnica y el estilo. En

Mannoni, M. Un saber que no se sabe. La experiencia analítica. Barcelona, España: Gedisa.


Guyomard, P. (1998b). El tiempo de la acción. El analista entre la técnica y el estilo. En

Mannoni, M. Un saber que no se sabe. La experiencia analítica. Barcelona, España: Gedisa.




[1] Cursivas nuestras.

Entradas recientes

Ver todo

Comments


Posts Recientes 
Encuéntrame en:
  • Facebook Long Shadow
  • Twitter Long Shadow
  • YouTube Long Shadow
  • Instagram Long Shadow
Other Favotite PR Blogs

Enlace externo. Edita aquí.

Enlace externo. Edita aquí.

Enlace externo. Edita aquí.

Enlace externo. Edita aquí.

Búsqueda por Tags

© 2023 por Haciendo Ruido. Creado con Wix.com

  • Facebook Clean Grey
bottom of page