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HITOS FREUDIANOS SOBRE SEXUALIDAD Y ORDEN SIMBÓLICO: 4. Sexualidad, represión primaria, origen y pr

  • Eduardo Gomberoff
  • 17 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

Con la represión primaria, se reditúa otro de los conceptos medulares acuñados por Freud. Su desarrollo muestra, no obstante, una interpretación biologicista, si no, decididamente ingenua. La imposibilidad de consignarla en el tiempo, pudo favorecer un relato ilusorio de aquello que se manifiesta como sola emergencia, esto es, sin el acontecimiento original. No es fortuito que el mito se valide frente a la imposibilidad de hallar un significante metalinguístico que exprese el origen; puestas las cosas de esta manera “…desde antes de su nacimiento y más allá de su muerte (el hombre) está atrapado en la cadena simbólica, la cual ha fundado el linaje antes de que borde en él la historia…” (Lacan, J. 1994, p.450). Acuñar el concepto de represión primaria esgrimiendo la coordenada temporal, amerita la concurrencia de un significante desposeído de su modo de existir constelado, a saber, donde uno remite al otro y así indefinidamente. En tal sentido, el origen se convierte en punto ciego, en genealogía innombrable de la palabra y, a la vez, en causa suya. Lo no reconocido equivale a lo reprimido primordial, al ombligo del sueño, al orificio abierto por el lenguaje, a lo real en cuyo entorno se tejen las redes significantes a fin de ocultar la represión, a fin de protegerla y mantenerla en su función causativa. Sólo tras lo dicho, se puede afirmar que lo reprimido equivale al desplazamiento irrevocable de lo sexual. Algo posee el sexo que impone su represión, determinando que la realidad del inconsciente sea tributaria de un eco que trasciende las virtudes morales y sus efectos en la sociedad. La economía represiva habrá de vincularse al enigma que rodea la pulsión sexual, habrá de regodearse en la carencia de un objeto connatural a ella y en la falta de un saber consecuente, todo lo cual, coincide con el hecho que la sexualidad acontece como agujero en el cuerpo del Sujeto deseante, como replica inadecuada del lenguaje, una vez más, como falta con respecto a la marcha orgánica del sexo. La pulsión no se satisface, de hacerlo, sacrificará el deseo y, por su derrotero, la existencia vería malograda -según el decir de Daniel Gerber (1987) - su índole de “causa perdida” (p.120). La sexualidad no se estructura teniendo en cuenta la competencia de respuestas, sean estas satisfactorias o insatisfactorias, es el significante fálico, como significante de la falta o de la castración, quien “intenta” suplir la falta. El falo simboliza el desaparecimiento de lo vivo, acto por el cual, todo se subordina a la castración, a su ley. Si el instante represivo primario es, antes que nada, de naturaleza fálica, de allí le viene su rasgo fundamental: existir como pura diferencia.


Según Freud, la facticidad se sostiene en un modelo económico favoreciendo que las necesidades se satisfagan con objetos adecuados; tales necesidades, empero, han de permanecer diferidas en beneficio del principio de realidad; en esto se reconoce su característica principal, que hipoteca su descarga inmediata, en obediencia a una lógica inversa a la solventada por el principio del placer. Lo que importa en el principio de realidad es, definitivamente, el juicio de existencia: si las cosas son reales o irreales, no es imperativo evaluar allí su grado de fantasía. Pues bien, al psicoanálisis no le interesa tanto el perímetro fáctico de la existencia, como una existencia posible. Allí donde algo puede despuntar con autonomía, la fantasía puede tener cabida y operar efectivamente. Si al ámbito de la realidad, le concierne la satisfacción de las necesidades, en el plano analítico, ha lugar la fantasía y la sexualidad; tratándose de esta última, lo que al Sujeto le resulte insoportable es su carácter insular, en buenas cuentas, ni la pulsión le facilita el encuentro con el objeto, ni existe un saber conjetural determinado por dicha pulsión. Para el psicoanálisis es real aquello que compete a lo simbólico a partir de la premisa fálica declinada por el universo ficcional y las teorías sexuales infantiles. Mientras lo simbólico funda la escena donde parece ceder el principio del placer, lo real permanece como resto sin inscribir e inaugura el horizonte de la ética como estadio trascendente que la fantasía intenta deponer. En Freud, el ámbito de la fantasía establece un principio universal que ya no necesita ser cotejado con argumentos lógicos; “las histéricas mienten y hacen de esa verdad una ficción”. En consecuencia, el psicoanálisis responde a un constructo teorético de naturaleza ficcional, pertenece si se quiere, al elenco de las conjeturas, a la serie de las proposiciones falsas, se trata de un convenio que permanece en espera del acto del analista, en tal sentido, es todo el psicoanálisis que, a riesgo del absurdo, acecha un tiempo por venir.



Referencias


Gerber, D. (1987). La represión y el inconsciente. En Braunstein, N. La re-flexión de los conceptos de Freud en la obra de Lacan. (pp.81-169). México: Siglo XXI Editores.


Lacan, J. (1994) . Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956. En Escritos 1, (pp. 441 – 472). 1994. México: Siglo XXI Editores.

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