SOBRE EL SER Y HACER DEL SUJETO, ATOLLADEROS DE LA IDENTIDAD EN PSICOANÁLISIS: 4. Los inanalizables
- Eduardo Gomberoff
- 17 mar 2019
- 3 Min. de lectura
La no indicación de análisis o abordar la cuestión desde un cierto exceso identitario, como por ejemplo, utilizar una técnica ad -hoc a una tipología particular, ha contribuido a considerar algunos casos como los inanalizables. Inanalizables en virtud, digamos nosotros, de la dificultad en que éstos sitúan al clínico a la hora de la escucha. Lo que no se advierte en este inmovilismo es que se trata de un síntoma, un gesto o un guiño del Sujeto del Inconsciente sugiriendo la pasividad y comodidad que el analista ha querido resguardar frente a eso o a ello que se le resiste. No es casual, por ejemplo, la denominación de “heroínas e indomables” de Raimbault G y Eliacheff C (1991) como figuras de la anorexia.[1] Son héroes del deseo, de eso que ahora curiosamente resiste el analista y que, posiblemente, ha de tratarse en realidad de un retorno actualizado del llamado de la histeria en tiempos de Freud, con la gran diferencia que en vez de retroceder clínicamente, como sería el caso de la no indicación, inventa, nada más y nada menos, que al propio psicoanálisis.
Los analistas hemos retrocedido, sin reconocer en las nuevas formas sintomáticas al viejo síntoma freudiano. Es como si estuviésemos enfrentados a un aumento de fenómenos clínicos que no coinciden con la forma más pura del viejo síntoma. Efectivamente, a la angustia actual se la intensifica hasta hacerla estallar al punto de calificarla como ataque de pánico. A la melancolía se la masifica de tal forma que actualmente casi todo el mundo presenta un estado depresivo. A lo que llamábamos personalidad se le adosan toda una serie de trastornos. A las adicciones se las asocia a todo tipo de compulsiones consumistas. A las enfermedades o respuestas psicosomáticas se las deriva a los enlaces con la medicina y a los borde(r)s de las estructuras clínicas se les abren nuevos espacios intermedios, limítrofes. Pero también el psicoanálisis debe sumar a esta dificultad de la inmensa nueva variedad de envolturas sintomáticas, la multiplicidad de ofertas terapéuticas que se sostienen en el ideal de las exigencias evaluativas (medición y cuantificación de los resultados) y los imperativos de brevedad en los tratamientos. De nuevo, insiste entonces la pregunta: ¿Cómo mantener al psicoanálisis, sin traicionar sus principios básicos, a la altura de la subjetividad de la época?
Los nuevos amos epocales, ciencia y mercado, han limitado concomitantemente al psicoanálisis en sus objetivos, así como han reducido los espacios de la subjetividad cotidiana. Las nuevas clasificaciones psiquiátricas, convertidas en catálogos de trastornos bajo la codificación de la psico-farmacología, “…aplastan la dimensión subjetiva y crean una oferta “especializada” que se instala en la cultura, acompañada de la afirmación de que el psicoanálisis no sirve para tratarlas”, como dice A. Rubistein (2005, p.242). Pero también se produce una falsa dicotomía entre el psicoanálisis y los descubrimientos de la neurociencia, de la genética y de la psicofarmacología. Se trataría, en realidad, de una una falsa polarización que se sostiene en el error de considerar que los “objetos” de estudio son los mismos.
En este contexto, el terreno psicoanalítico oscila entre la pretensión de simplificarse para adaptarse a las demandas del amo y la rigidización en figuras emblemáticas que pretenden preservarlo de la in- diferenciación. Así, presenciamos fenómenos tales como la manualización de la práctica, sustentada en la tan ansiada pero facilista construcción de una “teoría de la técnica”, que desconoce a la propia teoría psicoanalítica como efecto de la práctica clínica; la utilización de una figura tal como “la persona del analista” (a la que nos referíamos anteriormente como su “ser”), auténtica cabeza de Medusa que condensa transferencia, vínculo y deseo del analista, y la transmisión (enseñanza) encargada y relegada sólo a instituciones de formación dependientes de sociedades o asociaciones psicoanalíticas, con el consecuente efecto de no poder diferenciar a un psicoanalista de un simple nombre escrito en una lista gremial (una ana-lista). De todos modos, la actual oferta del psicoanálisis pareciera no poder competir con aquellas alternativas que se presentan bajo el lema “de una mayor eficacia con menos costos”. Y esto, aunque se someta, como algunos grupos ya lo han hecho, a la intrusiva ideología de la “evaluación por resultados”, que en el nombre de la “Ciencia” y del “Bien Común”, pretende regular cada vez más de cerca la práctica del psicoanálisis desconociendo la especificidad de sus fines y métodos. La alternativa al psicoanálisis amenaza lo que sólo el psicoanálisis como clínica puede rescatar: el espacio de la singularidad subjetiva.
Referencias
Raimbault, G. Eliacheff, C. (1991). Las indomables. Figuras de la anorexia. Buenos Aires. Argentina: Ediciones Nueva Visión.
Rubistein, A (2005). Para una política del psicoanálisis en la época actual. En Glaze, A. Una práctica de la época. El psicoanálisis en lo contemporáneo. (pp.241-250). Buenos Aires. Argentina. Grama Ediciones.
[1] Referencia al título del libro de Ginette Raimbault y Caroline Eliacheff: “Las Indomables. Figuras de la Anorexia”
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