SUJETO, PERSONA, TERAPEUTA Y PSICOANALISTA: 3. Personalidad, salud mental, psicosíntesis y psicoa
- Eduardo Gomberoff
- 17 mar 2019
- 3 Min. de lectura
¿Y si en medio de la conjetura emplazáramos, de acuerdo a lo anunciado, el concepto mismo de personalidad? ¿No mostraría éste su carácter ilusorio? ¿La cura, propiamente tal, depende de la persona del terapeuta, en rigor, de sus términos agregados: valores, genitalidad, ideología…? En tal sentido, hay quienes plantean que psicoanalizar no significa abocarse a producir una síntesis del yo, sino disponer lo necesario para que éste realice autónomamente y a posteriori, su propia unificación. Puestas las cosas de este modo, el proceso psicosintético advendrá automático e inevitable sin el concurso de alguna intervención premeditada; en el paciente descompuesto no hay nada que el analista pueda unificar. Dicho planteamiento fue rubricado por el propio Freud (1919 a):
“Nos negamos - enfatiza - de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio un patrimonio personal, a plasmar por él su destino, a imponerle nuestros ideales y, con la arrogancia del creador, a complacernos en nuestra obra luego de haberlo formado a nuestra imagen y semejanza” (p.160).
Sin embargo, la vigilancia freudiana parece ser todo menos eficaz, son frecuentes las identidades suplantadas a partir de las imágenes de Freud, Klein o el mismo Lacan. Tratándose de émulos carecen de iniciativa a la hora de fundar una práctica a nombre propio; temerosos, ovejunos, repetidores insaciables, aquellos que en su menudencia, se deben totalmente a la clínica de sus imaginarios padres, maestros, supervisores y hasta de sus propios analistas. En resumidas cuentas, sólo acaecería un proceso de reivindicación permanente, toda vez que lo analítico se manifiesta, justo allí, en su soporte clínico. No obstante, somos de la opinión que nada de esto opera con eficacia; “…no puedo creer - enfatiza Freud - que esa psicosíntesis constituye en verdad, una nueva tarea para nosotros. De permitirme ser sincero y descortés, diría que se trata de una frase hueca” (Freud, S. 1919 b. p.156). En estricto rigor, cualquiera alternativa plausible frente a la psicosíntesis, no habrá de pretender identidades o integraciones para sí. ¿Qué puede quedar, entonces, disponible para el psicoanálisis? Habremos de retomar a este asunto más adelante.
Aunque resulte paradójico o de difícil comprensión, el psicoanálisis no exacerba el culto a la persona. El propio Freud asegura que él personalmente había podido analizar, y sin falta de eficacia, a sujetos con quienes no lo unía ningún vínculo de raza, educación, rango social o creencias; aún más, puede inferirse que su victoriana personalidad - lo evocamos eligiendo los libros que habrá de leer su amada Marta - en nada incidía, cuando en su consultorio podía escuchar sin escandalizarse, relatos de personalidades psicopáticas. ¿Existe entonces un campo de acción específico para el psicoanálisis? Todo parece indicar que sí, aquél delimitado por su objeto de estudio - el resbaladizo inconsciente - constituye éste, no obstante, el gran escollo para quienes lo han querido definir o sistematizar puesto que pertenece a lo por –venir, a aquello del orden de lo no realizado aún. ¿Arribamos, finalmente, a una verdadera definición? ¿Bastaría con aludir a la cura, con interiorizar la imagen del terapeuta intentando hacer algo por su paciente? ¿Será suficiente con suscribir el ideal de la adaptación, la consigna originante del sistema de salud mental? Es preciso no olvidar que tratándose de la salud, ésta, “sólo se puede describir - como lo haría Freud - en términos metapsicológicos, por referencia a unas proposiciones de fuerzas entre las instancias del aparato anímico por nosotros discernidos o, si se prefiere, inferidas, conjeturadas” (Freud, S 1937. p.228). ¿Pero qué es lo que nos ocurre, como ahora? Lo de siempre. Toda vez que queremos decir algo acerca de la persona del analista, no por azar, terminamos abocados a resolver cuestiones generales; allí no es extraña la presencia de la noción de salud mental; es el relevo de su ambigüedad globalizante, lo que el psicoanálisis expresa cuando interpela dicha noción. Y es que el psicoanálisis no constituye una psicología, ni una especialidad médica; el psicoanalista, por defecto, está lejos de ser un personaje o una personalidad, encargada de efectuar con éxito unificaciones yoicas a fin de producir, en última instancia, la tan anhelada socialización.
Referencias
Freud, S. (1919 a). Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. En Obras Completas, Vol. XXVII (pp. 152- 163) Buenos Aires, Argentina 1986: Amorrortu Editores.
Freud, S (1919 b). Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. En Obras Completas, Vol. XXVII (pp. 152-163) Buenos Aires, Argentina 1986: Amorrortu Editores.
Freud, S (1937). Análisis terminable e interminable. En Obras completas, Vol. XXIII (pp. 211-254). Buenos Aires, Argentina 1986: Amorrortu Editores.
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