SUJETO, PERSONA, TERAPEUTA Y PSICOANALISTA: 5. El Yo y el Sujeto en la formación de un analista
- Eduardo Gomberoff
- 17 mar 2019
- 3 Min. de lectura
Llegados a este punto, reconocemos un campo propiamente analítico donde el concepto de cura se completa con asociaciones libres, atención flotante y transferencia. Se trata de la superposición habida entre ética y técnica, implica, cuando menos, la existencia de un elenco de sutilezas dejadas al margen por el hábito generalista que soporta la noción de salud mental. La falta[1], empero, no habrá de solventarse incentivando acciones sintéticas, reforzamientos yoicos, ni proponiendo estilos de vida en consonancia con la persona del terapeuta ¿En esta coyuntura, puede mantenerse intacta la vigencia del análisis didáctico?
¿Por qué el proceso de formación del analista ha de contemplar éste tránsito? ¿En sentido estricto, cuál es la consistencia de su saber? ¿El estado actual de nuestra reflexividad acaso posibilita el apego a cierta pedagogía, según la cual, “Lo que el psicoanalista debe saber es: ignorar lo que sabe” (Lacan, J. 1955. p.336). El saber del analista se congratula en ignorar lo que sabe, o saber que no sabe. Como fuere, la posición del analista implica una herida narcisista, en tanto que es emplazado como Sujeto de un saber contradicho y que responde, en último término, a un amor de transferencia. Será protagonista de una historia a la que llega tarde; el analizante le asigna un guión - podemos representárnoslo así - y el analista lo actúa bajo transferencia (habla desde aquél lugar) sin recibir recompensa a cambio[2], le es escatimado, en último momento, algún grado de identificación. Difícil trance, el analista habrá de cuidarse de no ceder ante el fantasma que lo tienta para travestirse en el personaje de la historia que arma el analizante. En su expresión límite será objeto de deseo transferido, encarna a quien propicia una palabra que no es la suya. Permanece despojado, no coincide él mismo con su propio enunciado. No es él quien habla, no es él quien escucha, tampoco es a él a quien se habla, ni es a él a quien se escucha. Un deseo sin Sujeto, un des-ser, se ofrece así, como significante, a un Sujeto que debe encontrar su deseo.
La formación de un analista apela irrenunciablemente a su capacidad para a -simetrizar un diálogo terapéutico que se quiere igualitario, imaginario y especular: reflejo bipersonal (terapeuta- paciente), subjetividades en juego, una por aquí, otra por allá, yo(s) que aspira(n) a la totalización. Pero este marco ilusorio, con base en el consenso, se tropieza con lo que se ha de llamar lacanianamente, la muerte del analista. En estricto sentido, esa muerte radica en el desvanecimiento de su yo, es un momento temible que el analista habrá de anticiparlo en compañía de su propio análisis .
Ahora bien, ¿cómo disponerse a escuchar al inconsciente, al Sujeto del Inconsciente ?, ¿cómo asir lo que está en devenir, aquello que pertenece, en perspectiva lacaniana, al ámbito del significante y que en Freud encuentra su símil en el sistema de los representantes representativos de la pulsión?, ¿cómo acotar aquello que surge de la represión primordial y que en rigor a nada representa más que a un significante? Este es el dilema implícito que interpela la formación de todo analista. La escucha representa cierto sacrificio, un fuera de lugar de la persona del analista; la lógica personal no resiste los embates de la fantasía; si a lo que se aspira es el acto analítico en cuanto tal, habrá que atravesar la personalidad y el yo del analista;
“Si se forman analistas - dirá Lacan (1954-55) - es para que haya sujetos tales que en ellos el yo esté ausente. Este es el ideal de análisis que, desde luego, es siempre virtual. Nunca hay un sujeto sin yo, un sujeto plenamente realizado, pero esto es lo que hay que intentar obtener siempre del sujeto en análisis “ (p.369)
Lacan emplaza aquí un problema mayor, no pocas veces exasperante o sujeto a embates que han podido desbordar los límites de la discusión entre pares. ¿Se trata de una llamada para despersonalizarse, para prescindir del yo, para desaparecer como individuo, para des - ser? ¿Si efectivamente, lo que convoca a la psicología es la persona del terapeuta, el cuestionamiento de su yo, en su reverso, habrá de producir una apelación originada en el narcisismo? El analista, que en su acto habiendo renunciado a su yo a fin de producir el movimiento freudiano con base en la concepción de inconsciente, no se libera de él definitivamente, el yo permanece pero obedeciendo a un nuevo estatuto, a saber, como función de desconocimiento y resistencia.
Referencias
Lacan, J (1955). Variantes de la cura-tipo. En Escritos 1(pp.311-348). 1988. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.
Lacan J (1954-55) El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. En El Seminario de J. Lacan. Libro 2. 1988. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
[1] La falta referida a la Castración como objetivo analítico y que produce los verdaderos actos de simbolización.
[2] Sin recibir recompensa como obligatoriamente y por estructura, ocurre en una relación vincular.
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