top of page
Posts Destacados 

SUJETO, PERSONA, TERAPEUTA Y PSICOANALISTA: 6. El encuentro o desencuentro del Sujeto y el yo en la

  • Eduardo Gomberoff
  • 17 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

¿Qué clase de encuentro se verifica en la consulta del psicoanalista? El analizante encarna un Sujeto compuesto por una verdad inconsciente que busca expresarse y un yo que constituye su resistencia. El analista aporta un yo imaginario (similar al del paciente) y un Sujeto conformado analíticamente mediante análisis didáctico (lugar propicio para el reconocimiento de la verdad del Otro). El analista es el ámbito donde comparecen las resistencias en su dimensión técnica. Se trata, empero, de las resistencias del analista, ya que el paciente no llegaría a ser tal con prescindencia de éstas (sin resistencias no se es paciente). Es al analista a quien le corresponde refrenar su yo asumiendo una postura mortuoria o cadaverizando su posición;


“Esto quiere decir que el analista interviene directamente en la dialéctica del análisis haciéndose el muerto, cadaverizando su posición, como dicen los chinos, ya sea por su silencio allí donde es el Otro (Autre), con una A mayúscula, ya sea anulando su propia resistencia allí donde es el otro (autre) con una a minúscula. En los dos casos, y bajo las incidencias respectivas de lo simbólico y de lo imaginario, presentifica la muerte.” (Lacan, J, 1956, pp. 412- 413)


Es sólo desde esta posición que no se da respuesta al yo del paciente y posibilita que éste se cuestione lo siguiente: “No me reconozco allí donde creo y digo que estoy”, obligando así a un desplazamiento subjetivo, a la promoción de una pregunta en el Sujeto que es: “¿quién es entonces el que en verdad soy?”. Este es el marco donde se verifica un descentramiento del Sujeto, todo lo cual, culmina en una pregunta por su propia verdad.


El punto de apoyo para cada yo viene precedido por la dialéctica con el otro en relación especular. Sin embargo, no es que se forme un yo a través de un tú o de otro yo, esta sería la prerrogativa de lo psicológico cuya característica principal es la de permanecer al arbitrio de subjetividades imaginarias; la legitimación de otro como un legítimo otro en la convivencia - según reza la premisa maturaniana - no encuentra plausibilidad alguna en tanto que yo Es otro. Permítasenos una cita in extenso:


“Lo que hace la originalidad de la situación analítica es, precisamente, el borramiento de uno de los dos interlocutores como “yo”. Todo depende de la profundidad de este desvanecimiento del Yo del analista. Pues el analista se define como alguien que se rehúsa a intervenir en lo real de la vida del otro (cosa que más o menos los psicoanalistas han aprendido a hacer), pero que debe renunciar también a poner en juego su presencia imaginaria, sus ideas, sus creencias, su prestigio, sus blasones, su personaje, para llegar a hacer del análisis “una experiencia simbólica particularmente pura” (Braunstein, N.1999 a. p.195)


De esta manera el paciente queda confrontado a la búsqueda de su ser quitándole las amarras que normalmente lo sujetan a lo imaginario. “Le quita la esperanza de una intervención subjetiva, salvadora de su yo, en la medida en que sería expresión del deseo del analista de suplantar un yo por otro”. (Braunstein, N. 1999 a, p.195)


El yo del paciente, no obstante, insiste en ser reconocido por aprobación o por rechazo, la empatía le es fundamental; en efecto, lo puramente simbólico viene encabestrado con el dolor. La pulsión, en términos freudianos es finalmente, y luego, de principio a fin, pulsión de muerte. El analista debe rehuir la identificación, de no hacerlo estaría en la trampa imaginaria del yo; su cometido no es éste, sino el del Sujeto del inconsciente. En tal sentido, todo aquello que no se circunscriba a los lindes hermenéuticos del evento transferencial, precipita al Sujeto en una (contra)identificación con el lugar del analista; a esto apunta cierta doctrina psicoanalítica con base en el concepto de contratransferencia. Teniendo en cuenta lo anterior, el analista juega a no ser el otro o el tú del analizante; la escena no emplaza un yo frente a otro yo; se buscan las determinaciones del yo imaginario - el Gran Otro de Lacan, lo simbólico por antonomasia-. En último término, el yo es sólo un efecto o si se quiere, mero síntoma.


Habrá que sustraerle al yo todo soporte imaginario. Ante tal imperativo, el analista sólo efectuará una puntuación afortunada del Sujeto del inconsciente, una marca en su escucha, en el bien entendido que el éxito de su propósito dependerá de la renuncia al propio yo. No sin razón, el suyo, habrá de nombrarse oficio imposible, en correspondencia del acercamiento asintótico a una suerte de asepsia analítica que no coincide con la neutralización del psicoanalista como ser en el mundo, sino con un límite más sobrio: frente al deseo inconsciente del que padece. El silencio del analista - que no es su mudez - habrá de asignarle un lugar a la palabra del Otro comprometido con la determinación simbólica, guardándose de quedar más allá del otro como garante de subjetividad. El yo del paciente no debe hallar subterfugio para identificarse con el yo del analista, aunque no es infrecuente, lamentablemente, vincular dicha identificación con el fin de análisis. El analista apuesta a su propia muerte, su análisis didáctico debiera haberlo conducido a aquello, y rechaza la mediación del espejo, el cual, exacerbaría una imagen alienante; en palabras de Néstor Braunstein (1999 b):


“En todo esto se trata siempre de una y la misma cosa: que el psicoanalista cumpla la difícil tarea de renunciar a ser alguien, que pueda ningunearse, que renuncie a las metas espurias del activismo terapéutico, que dimita de la pretensión de ser el dueño de un saber. Que se subordine al cumplimiento de una función, la función analítica, que le exige conducir su experiencia en el plano simbólico y abdicar de toda pretensión en lo real y en lo imaginario. Y no porque no vayan a producirse cambios en lo real y lo imaginario del paciente, sino porque estos cambios deberán producirse en el sujeto como consecuencia secundaria del reacomodamiento significante.” (p.199)




Referencias


Braunstein, N. (1999 a) Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia Lacan), México: Siglo XXI Editores.


Braunstein, N (1999 b) Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia Lacan), México: Siglo XXI Editores.


Lacan, J. (1956) La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis. En Escritos I. (pp.384 – 418). 1988. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores

Entradas recientes

Ver todo

Comments


Posts Recientes 
Encuéntrame en:
  • Facebook Long Shadow
  • Twitter Long Shadow
  • YouTube Long Shadow
  • Instagram Long Shadow
Other Favotite PR Blogs

Enlace externo. Edita aquí.

Enlace externo. Edita aquí.

Enlace externo. Edita aquí.

Enlace externo. Edita aquí.

Búsqueda por Tags

© 2023 por Haciendo Ruido. Creado con Wix.com

  • Facebook Clean Grey
bottom of page