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Transcripción de una entrevista realizada por estudiantes sobre Psicoanálisis y Salud Mental

  • Eduardo Gomberoff
  • 17 mar 2019
  • 7 Min. de lectura

- Estudiantes: ¿Qué relaciones se pueden establecer entre psicoanálisis y salud mental?


Es bien sabido que para el psicoanálisis el término “salud mental” involucra un cierto grado de ambivalencia.[1] No se limita a abordarlo como desaparición de los trastornos hipotéticos de lo sino que lo asume desde una perspectiva decididamente crítica. Cada vez que surge dicho concepto, se lo asocia con los derechos de las personas y constituye, en tal sentido, un imperativo moderno. Su sola referencia parece entrañar garantía de adaptabilidad y cohesión social. Al interior de la teoría psicoanalítica hay quien se atreve a ensayar una definición quizá demasiado simple a la vez que controvertida: “La salud mental es la paz social”, dice J-A Miller. Sería éste un problema inscrito, por lo tanto, en las necesidades técnicas del orden público.


El concepto de salud mental no es privativo del psicoanálisis, es más, teniendo en cuenta las opiniones que convoca, lo examina con reserva; en líneas generales, coincide en asignarlo a un rol del Estado como garante del bienestar de la población a través de la puesta en marcha de políticas Se trata de una lógica de protección ante la enfermedad mental, inaugurada tras el fin de la segunda guerra mundial. Ya para entonces los discursos morales y políticos construyen una plataforma común frente al flagelo de lo mórbido.Si los Estados cuentan con estructuras sanitarias con asiento en el sistema de previsión social, conforme se mundializan los mercados y el proceso se hace parte de los países industrializados, se propicia la tercerización de los servicios, se desregulan las prácticas profesionales y los servicios de seguros médicos a fin de reducir los gastos del Estado, sin considerar como prioritaria la calidad ni lo oportuno de la atención. Paulatinamente, los ciudadanos sienten que deben arreglárselas solos, cargando sobre sí el peso de la angustia aunque paguen puntualmente sus impuestos y sus seguros. Hoy, todo parece orientarse hacia la autogestión del sistema público y a la posibilidad de gestionar privadamente el sistema de las entidades encargadas de organizar la prestación de la atención médica de los trabajadores (Isapres, por ejemplo). Así puestas las cosas, se le impone a la teoría psicoanalítica la obligación de reaccionar frente a los males de época. Estar a la altura de la angustia de la época, de su malestar, importa, por lo tanto, su incidencia en el circuito de la salud mental. ¿Cómo hacerlo? ¿Qué conviene en un tiempo donde la reducción de costos se alinea con la urgencia de los resultados?


-Estudiantes: Antes de ensayar una respuesta, nos interesaría pudiera darnos una definición psicoanalítica, si cabe, de salud mental.


Existe un chiste relatado por Freud y que Eric Laurent - reconocido psicoanalista francés - relaciona con el problema de la salud mental. Se trata de Hirsh, un judío pobre oriundo de Viena, quien toma el tren para Karlsbad, célebre por sus aguas termales. Por rutina, el inspector detiene al viajero tras comprobar que carece de boleto y lo conmina a descender. Acto seguido, Hirsh vuelve a subirse al tren, sólo que a un vagón distinto. Nuevamente interceptado, esta vez es expulsado tras sufrir una golpiza contundente. Pero Hirsh insiste y aborda el tren una vez más. El inspector vuelve a sorprenderlo y lo golpea salvajemente. Pues bien, habiéndose repetido el mismo evento, Hirsh se cruza con uno de sus amigos vieneses que había logrado pasar desapercibido y es preguntado por éste: - ¿Pero, qué haces aquí?- ante lo cual Hirsh responde: -Voy a Karlsbad a tomar baños termales, si mi salud me lo permite.


Con la salud mental acontecería algo similar, es lo que nos permitiría permanecer en el tren y alcanzar cierta paz - aquella a la que aludíamos anteriormente - si nuestra condición nos autoriza. Esta es la versión laica del estado de bienestar, es decir, asegurar que los ciudadanos monten en sus trenes, en sus vagones, habiten en sus casas y que permanezcan allí si tienen cierta salud. La relación entre Hirsh y el inspector se puede descifrar teniendo en cuenta que, indiscutiblemente, la salud mental existe pero tiene poco que ver con lo mental y mucho menos con la salud.


- Estudiantes: ¿Y entonces, con qué tiene que ver?


Tiene que ver con la relación al Otro[2] y con el silencio. La salud mental es lo que asegura el silencio del Otro, así como la salud, en general, es el silencio de los órganos. Silenciar al Otro es una manera de negar el inconsciente, es desoír que habla en nosotros a pesar de nosotros. Pero resulta que es precisamente ésta, la que interesa al analista, , que viene del Otro y que se quiere hacer escuchar. Ya decíamos antes, que la salud mental es ante todo un asunto de orden público. El chiste de Freud señala la relación al Otro (del control) y ésta es una referencia obligada en lo relativo a la salud mental, mucho antes que nos agotemos en querer reducir los presupuestos. Es importante, aquí, tener en cuenta que el orden público está desplazado por el nuevo estatuto del . Dicho amo - por citar un caso elocuente - se preocupa por mediciones, cifras, índices, sondeos y frecuencias de los llamados trastornos mentales. El resto sería pura retórica, fraseología hueca, en definitiva, una cierta subjetividad singular que no sería más que un error en la escala, un defecto para el artefacto empírico. El antiguo amo no se preocupaba por las cuentas, enunciaba simplemente el orden del mundo; no reparaba en los sujetos ni en su salud; se ocupaba sólo de sí mismo y el bienestar del pueblo vendría por añadidura. Es a partir de la doctrina de los derechos del hombre que se introduce la preocupación por la salud mental. A partir de ese momento, el saber considera la organización social, la crítica y la cifra, asunto que por lo demás, no deja de trastornar al amo. El saber hace surgir nuevas posibilidades de vida y sobrevida, de las cuales poco se sabe a ciencia cierta. ¿Será bueno, será malo, a quienes servirá?


-Estudiantes: ¿Es aquí donde surgen los comités de ética?


Efectivamente, dichos comités intentan evaluar y situar un cúmulo de intervenciones en formas o tonos más compatibles no sólo con el amo sino con la vida. Es muy relevante seguir detalladamente las definiciones con las que el amo utiliza la ciencia y sus procedimientos a fin de ajustar los deberes estatales referidos a la salud, todo lo cual no hace más que legitimar su indiferencia. El Estado contemporáneo, fuertemente endeudado, propone una nueva definición del horizonte democrático prometido al ciudadano. Ya no se trata de asegurar la felicidad ni el bien social, es necesario limitarse a lo que tiene un efecto científicamente demostrado. En lo que concierne a la felicidad la ecuación es errónea, sin embargo, el amo se justifica dentro de su reducto y privatiza el resto.


-Estudiantes: ¿Teniendo esto en cuenta, cuáles son las propuestas del psicoanálisis en lo relativo al problema de la salud mental?


Freud fue capaz de arrebatarle a la medicina el protocolo del síntoma, transformando su dimensión universal en particular, otorgándole un estatuto subjetivo, un cierto carácter único que le permite a Jacques Lacan concebir un sujeto como Sujeto del Inconsciente. En tal sentido, el psicoanálisis ofrece una cierta dignidad a lo que en justicia podríamos denominar desechos de la praxis médica: enfermos intratables para la ciencia en curso. El psicoanálisis - tal como lo referimos anteriormente - ha de estar a la altura de la angustia habida en la época. Asunto nada fácil y quizá pendiente a cabalidad. Habrá que responder al Sujeto, a esa singularidad que padece en cuerpo y mente. Considerar lo peculiar de su queja evitando cifrarla (medirla) en razón de reconocerla como tal. Esta es una de las características que hace la diferencia del psicoanálisis con respecto de otras disciplinas interesadas en la salud mental. El psicoanálisis, por su parte, debe comprometer sus mejores energías en orden a debatir y proponer articulados con la ciencia contemporánea. A nuestro juicio, dicha voluntad permanece en su fase primera.


Convenimos que Lacan sienta las bases para esta discusión poniendo en tela de juicio al Sujeto de la ciencia. Ya no es la ciencia la que exige al psicoanálisis rigurosidad en sus términos, sino que es el psicoanálisis el que acosa al discurso científico. Para Lacan, la ciencia constituye o construye un discurso sin Sujeto; la experiencia científica encuentra su ideal en la objetividad, pretende, por tanto, que lo Real se manifieste sin la intervención del Sujeto, sin subjetividad. El científico, como observador de lo Real queda - esta es la aspiración y el ideal de la ciencia - excluido del proceso por el que se articula el saber. Opiniones, creencias y prejuicios conforman una serie cuya omisión asegura el progreso del saber científico propiamente dicho. Ni siquiera la pregunta por la verdad constituye un escalón del desarrollo de las ciencias. Las cosas son tomadas como verdaderas sólo provisoriamente, algo que se acepta como válido hoy, puede dejar de serlo mañana. Pues bien, el psicoanálisis toma este desecho de verdad subjetiva y la postula como verdad del Sujeto. En este contexto, la ciencia no estaría en condiciones de sustituir la función del Sujeto; orientada por su ideal de neutralidad, no puede responder a las demandas éticas que son las demandas del Sujeto: ¿Qué hacer? ¿Qué debo hacer? Es la pregunta del Sujeto al Otro, la pregunta que un niño puede dirigir a un padre.


La ciencia neutra no responde a las angustias de la época: en justicia, los analistas han de comunicar sus hallazgos en el campo de las regulaciones éticas y de la legislación. Se trata de campos de intervención que los psicoanalistas no deben desatender. Como dice Eric Laurent, el psicoanálisis no es para todos, no tiene su lugar en todos lados, pero en todos lados puede recordar que el Sujeto surge de la palabra, es un ser hablante, un hablante ser. A través de las edades del mundo, de sus estructuras y de sus lenguas, el psicoanálisis evalúa la potencia de la palabra, propone una alternativa al peso angustiante del determinismo científico asociado al poder del mercado. Sitúa la esfera de lo necesario y mantiene el lugar de lo contingente.




[1] La referencia fundamental de la construcción de estas respuestas está en : Laurent, E. (2000) Psicoanálisis y Salud Mental. Buenos Aires, Argentina: Edit. Tres Haches.


[2] Otro como el discurso del Inconsciente.

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