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El significante Freud, más allá y más acá de su obra.

  • Eduardo Gomberoff
  • 2 dic 2019
  • 3 Min. de lectura

Michel Foucault, brinda argumentos consistentes para pensar, bajo otra óptica (que la psicoanalítica), el proceso del analista en tanto lector de Freud. Tales argumentos operan sobre la base de una economía general del autor. “El nombre del autor – dirá Foucault – no va como el nombre propio, desde el interior de un discurso al individuo real y exterior que lo ha producido, sino que corre, de alguna manera, en el límite de los textos, lo recorta, sigue sus aristas, manifiesta su modo de ser o , al menos, lo caracteriza”. Se dejan ver, entonces, dos segmentos diferenciados: a) el autor como nombre propio y b) la función – autor. El estanco equivale al emplazamiento de una línea divisoria entre el autor en tanto escritor real imposible, y su nombre en tanto significante de la obra. Cuando no obsesiva y patológica, la lectura doctrinaria de Freud querría hacer luz sobre sus dichos, anhela, por tanto, reponerlo a la vida para indagar sobre sus verdaderas intenciones. En verdad, lo devuelve a la vida para en definitiva darle muerte.. En esto consiste, al parecer, lo que podríamos llamar la neurosis infantil de los psicoanalistas. No se trata de establecer sus dichos o confirmar incesantemente la desaparición del autor bajo la rúbrica foucaultiana, el asunto consiste, más bien, en reconocer la dependencia del sujeto con el ámbito del significante. No se trata que un autor, en tanto sujeto, desaparezca o deba ingresar obligatoriamente en el grado cero de su escritura – rindiendo tributo así a una tendencia quizá extrema del estructuralismo – sino de ligar al sujeto al sistema del lenguaje. Freud deviene significante en un retorno tenido por imposible, en virtud del cual, vuelve para incidir sobre sus lectores. Tal afirmación no hace más que enfatizar la teoría freudiana referida a la falta de objeto. Convengamos en evocar una imagen análoga. Nos son conocidos los juegos de puzzle, todos poseen la misma invariante: existe un espacio vacío, el sentido emerge gracias al desplazamiento que autoriza el hueco. La falta posibilita el juego; la falta retorna en el movimiento destinado, hasta ese momento, a la represión. Que el sujeto sea deseante supone una previatura lógica, una anterioridad que lo constituye pero que, paradójicamente, acaece sólo postrera, en la fundación de un origen mítico a la vez que necesario. Freud es enfrentado a tal evento, S1 pero fundado en un momento S2; la reconstrucción se verifica en el retorno. Ocupando el lugar de significante, Freud imposibilita cualquier intento de apropiación o pertenencia, permanece disponible para efectos de la fecundación discursiva que a partir de ese momento opera allí. Ahora bien, la pregunta que se nos revela es entonces: ¿qué constituye a Freud como S1? O en términos foucaultianos, ¿qué impone a Freud como fundador de una nueva discursividad? Se trata, en ambos casos, de la irrupción de una diferencia. Es este acontecimiento el que conmina a Freud para consignarlo, autónomamente, en el ámbito de la invención teórica. En su texto referido a Moisés, dirá: “… desgraciadamente, la capacidad creadora de un autor no siempre corre pareja con su voluntad: la obra se concluye de la mejor manera posible, y a menudo se enfrenta con el autor como un algo independiente y aún extraño”. Un fundador hace la diferencia al disponer la abertura de un espacio ajeno a sí mismo y que sin embargo pertenece a lo que funda. Y es verdad que Freud, como otro, también se puede equivocar, lo hace en referencia a una lógica significante que exige el objeto que él mismo construyó, y de esa manera su lugar es el mismo al de quien esté situado por fuera de la exigencia particular de la nueva racionalidad descubierta. Es así como Freud puede ir en contra de sí mismo, y pueden haber momentos no freudianos en su propio discurso.. Así como Lacan, puede , de hecho lo hace, corregir a Freud, no por desviarse de lo que él afirma, sino corregir el movimiento lógico de su teoría ( la del propio Freud ). Se pone así en evidencia la diferencia entre el autor y su obra, de manera que por ejemplo, el sujeto Freud dependerá de su obra, y no su obra como estructura significante, del sujeto Freud.

 
 
 

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