No retroceder frente a nuevas formas del síntoma:
- Eduardo Gomberoff
- 18 nov 2019
- 3 Min. de lectura
Es posible aventurarnos a pensar que la investigación en psicoanálisis, entendida como la necesidad de dar cuenta de esa experiencia, la del Inconsciente, se haya subestimado y rebajado, por considerar como evidencias primarias, la Identidad del analista (su ser) y la técnica del psicoanálisis,(su que hacer), asociándola a esta última, con la ilusión de estandarizar un método de acción. Son precisamente estas categorizaciones en espejo, dualistas y /o imaginarias -y esta es la propuesta- las que han actuado como campo de resistencia al interior del propio psicoanálisis, impidiendo un avance razonable que esté a la altura de los desafíos clínicos (teórico- prácticos) que se le presentan y que incluso, sin faltar a sus principios básicos, pueda renovar métodos, reconceptualizar su terapéutica, intervenir en otros campos de acción, transitar otras disciplinas, en fin, expandir al máximo sus límites, para estar al la altura de los cambios y retos de la subjetividad de la época. La especularidad, o bien valdría decir la especulación, definida en los polos del ser psicoanalista y hacer como psicoanalista, han dejado de lado la dimensión ética del asunto y se han convertido en verdaderos impedimentos para el avance de una clínica que no debe ser como las otras. Lacan nos señala confiado”… mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”. Y la actualidad, innegablemente, incide en la clínica ofreciendo nuevas formas al síntoma y a sus particulares modalidades de goce. Efectivamente, la época incide en el síntoma, transforma su envoltura formal a través de una nueva articulación significante. El síntoma, en lo que se actualiza como demanda o queja dirigida al Otro, se hace permeable a lo actual de la época . El síntoma, en lo actual, obedece a un nuevo tipo de goce, que en un mundo globalizado y en una lógica del “para todo”, arrastra al sujeto, consecuentemente, a una mayor segregación. Y la ciencia, inserta en el mundo capitalista, sirve ( en el sentido de la subjetividad psicoanalítica) nada más que para las propuestas universalizantes de los modos de goce. En este sentido como plantea Kruger, el psicoanálisis debe proponer una salida, pero no como objeto religioso y mucho menos constituirse en un objeto de consumo. Por el contrario, debe ofrecerse como una salida del sujeto para que éste, no quede fijado a las nuevas formas del malestar. Entonces, se requiere repensar y recrear dentro del psicoanálisis, esta posible salida que involucra una propuesta ética del deseo y el goce. Evidentemente la renuncia no debiese hacerse esperar, si los analistas no pudieran sostener los principios que rigen su clínica, sin unir a su horizonte, la subjetividad de la época. Y lo cierto, es que los severos o rígidos intentos permanentes de definición del psicoanálisis respecto a la acción e identidad del analista, han terminado forzando y constriñendo al propio campo del psicoanálisis. Estos propósitos además , han respondido sin detenimiento , ni reflexión suficiente, a las intensas y reiteradas demandas de “ des- subjetivación” impuestas por los discursos de la ciencia y el mercado, convertidos estos ahora, en nuevos amos epocales. Sencillamente la clínica psicoanalítica se ha diluido, confundiéndose con terapéuticas cuyo objetivo es reforzar y reacomodar el fantasma como respuesta adaptativa a las urgencias del sistema social- económico que domina. Posiblemente de manera muy apresurada el psicoanálisis retrocedió frente a las nuevas formas sintomáticas que necesariamente en la actualidad deben vestir los ropajes de moda, pero que no encajan explícitamente en la modalidad específica del que hacer regulado en el estándar de la técnica psicoanalítica.
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