Sobre la creencia en Psicoanálisis
- Eduardo Gomberoff
- 28 nov 2019
- 6 Min. de lectura
8) GPU Relacionado con la pregunta anterior, muchos de los que hemos dedicado la vida a la clínica y a la psicoterapia, vemos con cierta perplejidad la convicción de muchos sobre sus estilos y sus organizaciones psicoterapéuticas. Esto, dentro de cierto pensamiento, parece un fundamentalismo creencial, único lugar en el que los fundamentalismos existen. ¿Qué piensa el psicoanálisis, en primer lugar, de la creencia? y ¿qué opina Ud. de las creencias en este ámbito más institucional?
Ud. con esta pregunta me obliga a abandonar el estilo más familiar con el que decidí , quizás abusivamente, contestar la pregunta anterior. Me pregunta concretamente por el asunto de la creencia en el ámbito del psicoanálisis, es un tema que en el último tiempo me ha interesado muchísimo. Son dos preguntas las formuladas. Primero intentaré contestar algo en relación a la creencia como concepto desde el mismo psicoanálisis y luego la creencia y la institucionalidad psicoanalítica. Le puedo comentar al respecto que hay un texto que a mi juicio parece ser fundamental sobre el asunto. Es el texto de 1927, El Fetichismo, en el que Freud concede todo su valor a la temática de la creencia al darle precisión al concepto de Verleugnung, renegación. La renegación consiste en que cuando el niño toma por primera vez conocimiento de la anatomía femenina y ésta coincide con la amenaza de castración, descubre la ausencia de pene en la realidad, pero reniega este desmentido de la realidad a fin de conservar – y esto es lo que nos interesa - su creencia en la existencia del falo materno. Y únicamente puede conservarla al precio de una transformación en el yo. Sólo que no es cierto que conserve en verdad intacta su creencia en el falo materno, dice Freud que la conserva pero que también la ha abandonado. Mantiene respecto de esta creencia una actitud dividida que se transforma en una especie de desgarramiento del yo, en una escisión que cada vez se hace más profunda. En último análisis, el sujeto sufre los efectos de lo reprimido y, en particular, del deseo inconsciente. No sólo no se ha borrado la experiencia, sino que se ha vuelto imborrable para siempre. Ha dejado un estigma indisoluble que marca indeleblemente al fetichista. Lo que sí se ha borrado es el recuerdo. Este texto de 1927 dista de ser un gran aporta al examen de la perversión fetichista. Es, sobre todo, un preludio que muestra cómo una creencia puede ser abandonada y conservada a la vez y, en todo caso, contribuye a echar luz sobre la condición fetichista del objeto, pero sobre todo abre un camino inmenso para abordar el tema de las creencias. En cuanto al neurótico, se pasa la vida articulando esta realidad y tampoco él puede decir que las mujeres tienen pene. Pero queda la renegación en relación a otras creencias. Es como si la renegación del falo materno trazara el primer modelo de todas las renegaciones de la realidad y constituyese el origen de todas las creencias que sobreviven al desmentido de la experiencia. Hay un caso de un paciente de Freud a quien una adivina le había asegurado que su cuñado moriría envenenado por mariscos. El paciente dice: “ Ya sé que mi cuñado no se ha muerto, pero sin embargo esta predicción era formidable”. Estas palabras revelan que algo de la creencia, respaldada por la adivina, subsiste y aparece transformada en esa satisfacción absurda. Es una fórmula del estilo: “ya lo sé, pero sin embargo” o “ya lo sé, pero aún así” que estamos muy habituados a escuchar en la situación analítica. Este tema es retomado por J-A Miller en el curso “ Un esfuerzo de poesía”, cuando se pregunta si el psicoanálisis y las religiones son comparables, en una época como ésta, en la que existe un fuerte impulso a establecer comparaciones. No se si se advierte, el “sin embargo” y el “aún así” son a causa del “ya lo sé”, del mismo modo que no hay fetiche sino porque el fetichista ya sabe que las mujeres no tienen falo. Para concluir, si me preguntara si la renegación tiene alguna relación con las creencias religiosas, tendería a responder que sí, que no hay ninguna diferencia entre éstas y cualquiera de las otras creencias, dejando afuera (pero ese es otro tema) un tipo particular de goce que describió Lacan en su Seminario Aún que es el goce místico. Digamos que en definitiva la renegación, como respuesta posible ante la castración, es una situación estructural en el sujeto humano, en este sentido podemos establecer que también la creencia tiene un carácter estructural en el humano. El sujeto necesita creer. La creencia, en tanto está articulada a la castración, crea el velo necesario para que la vida sea posible. Si fuera así, podríamos conectarlo con el planteo lacaniano acerca de “ que los que no se dejan engañar yerran” y aún más, con la necesidad de la pantalla y el pudor, porque si bien sabemos que con la castración tenemos que vérnoslas, mirar al sol de frente puede enceguecernos como a Icaro. En relación a la creencia en el plano institucional psicoanalítico, le responderé pensando en la formación de los analistas, formación que Lacan no dejó de interrogar en su enseñanza, fundamentalmente interrogar lo que no da razones, por ejemplo el dogma de los análisis didácticos (análisis de formación) , la creencia ciega en que esté debe ser practicado sin explicitar seriamente sus razones. Ud. sabe, hay quienes dentro de la IPA que también se han atrevido a cuestionar el didáctico. En la formación de los analistas hay mucho de ignorancia o esoteria disfrazada de dogmatismo y autoritarismo ( creo que es lo que Ud. me hace ver, entre líneas, con su pregunta, cuando menciona el fundamentalismo creencial). Efectivamente, como dice Safouan, cuando a la ignorancia, en lugar de reconocerla como tal se la hace pasar por un saber esotérico, encontrará su compensación en el dogmatismo. Y el dogmatismo da origen a una estructura institucional autoritaria, cuya ventaja consiste en proteger la ignorancia. En efecto, un dogma no es una simple creencia. Quien dice “creo”, por ejemplo “creo en Dios”, reconoce cierta incertidumbre en la certeza misma que quiere expresar. Una creencia es un acto subjetivo, que en tanto tal traiciona la dependencia del objeto respecto de la afirmación que a él se refiere, como traiciona, al menos en los casos en que la creencia nace de un deseo, la dependencia del sujeto respecto del objeto al que se alude. El dogma es otra cosa (pensemos en las instituciones dogmáticas o en el dogma psicoanalítico). En el dogma nos las tenemos que ver con un objeto que, claro está, requiere un sujeto que lo formule en una afirmación, pero que niega toda dependencia respecto de esa afirmación. Un dogma se considera una verdad que exige ser reconocida como tal. Esta verdad corresponde a lo que se denomina “texto” y el objeto que allí se afirma entraña una paradoja que acepta sólo una solución: que el sujeto se borre como sujeto de la enunciación, para presentarse como mero interprete del texto. Es complejo esto de hacer desaparecer o reprimir al sujeto en una formación psicoanalítica, cuando el sentido es justamente hacerlo aparecer. De manera que si admitimos que la represión es la operación por medio de la cual el sujeto se borra a sabiendas en tanto sujeto, nos es lícito decir que una institución fundada en un dogma es la represión en persona. Y vemos que la fundación de una institución es indisociable de la creación de una casta cuyos miembros se caracterizan por su relación privilegiada con la verdad o con el texto ( la casta de los analistas didactas, establecida por principios en toda institución psicoanalítica), y cuya función consiste en la organización de “ceremonias primitivas”. En realidad, esta casta de “iniciadores” o “didactas” o “sujetos que supuestamente saben” constituye la pantalla más formidable que pueda interponerse entre el sujeto y la verdad, en el sentido de lo reprimido. Es justamente por esto que en la Escuela de Lacan no existía esta casta de didactas. Si bien Lacan da importancia fundamental al análisis del analista, dirá que el análisis efectuado por alguien que se convierte en analista habrá sido, sólo a posteriori análisis didáctico. Si se entiende bien, en este sentido, en la Escuela de Lacan se intentó hacer desaparecer las castas y los analistas didactas.
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